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Mercado

El COI refuerza la cooperación con EE. UU. para armonizar normas y expandir consumo

Este país cuenta con una producción modesta de 10.000 toneladas
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Esta jornada se enmarca como preparatoria para la próxima reunión del Comité Códex de Grasas y Aceites (CCFO), que tendrá lugar en Malasia en febrero de 2026./Foto: 123rf

En un contexto geopolítico cada vez más volátil, con mercados exigentes y consumidores ávidos de autenticidad, el Consejo Oleícola Internacional (COI) ha dado un paso estratégico: estrechar su cooperación con Estados Unidos, uno de los mercados más dinámicos y decisivos para el futuro del aceite de oliva a nivel global.

Este impulso se escenificó esta semana en Nueva York, donde el COI y el Culinary Institute of America (CIA) –reconocida institución académica gastronómica de referencia mundial– organizaron la jornada Diálogos sobre el futuro, una iniciativa orientada a fortalecer estándares, promover la cultura del aceite y preparar el terreno hacia una revisión clave del Codex Alimentarius.

Nueva York, epicentro de la diplomacia oleícola

La reunión reunió a un selecto grupo de actores estratégicos: representantes gubernamentales estadounidenses, líderes del sector oleícola, académicos de primer nivel, y delegados de países como Canadá, Australia y miembros del propio COI. Todos ellos participaron en un foro técnico-científico que no solo reflexionó sobre la calidad, sino que también abordó temas normativos de alto impacto.

No es casual el momento ni el lugar. Esta jornada se enmarca como preparatoria para la próxima reunión del Comité Códex de Grasas y Aceites (CCFO), que tendrá lugar en Malasia en febrero de 2026, donde se revisará la norma del Codex aplicable a los aceites de oliva y de orujo. Un proceso técnico que, aunque silencioso, definirá las reglas del juego para los próximos años en términos de calidad, etiquetado, composición y comercio internacional.

Estados Unidos, de observador a aliado estratégico

Para Jaime Lillo, director ejecutivo del COI, la clave está clara: “Reforzar los lazos con EE. UU. constituye un paso significativo hacia una mayor coordinación internacional e intercambio de conocimientos”. En su ponencia Forjando nuestro futuro, 2025, Lillo propuso un marco ambicioso para incrementar la colaboración internacional, consolidar estándares de calidad y, en última instancia, ampliar la cultura culinaria en torno al aceite de oliva.

EE. UU., aunque aún en condición de observador dentro del COI, ya es un socio técnico de peso. Su papel en los comités y reuniones de expertos del Consejo es cada vez más activo, y su mercado presenta cifras que avalan su protagonismo: con un consumo de 398.000 toneladas en la campaña 2023/2024 –un 22 % más que hace una década– y una producción nacional modesta (10.000 toneladas), el país importa el 96 % del aceite que consume. Estamos, sin duda, ante uno de los motores del comercio mundial del aceite de oliva.

Más allá del comercio, alfabetización y excelencia

El encuentro neoyorquino también exploró nuevas fronteras: el auge de la Dieta Mediterránea en Estados Unidos, la consolidación de las tendencias plant-based, y las oportunidades que ofrecen en términos de expansión del consumo. En este sentido, el Culinary Institute of America presentó una nueva iniciativa formativa que verá la luz próximamente, dirigida a chefs, restauradores y minoristas. La propuesta abarcará desde la evaluación sensorial y los estándares de calidad hasta estrategias para conectar con el consumidor y educarlo en torno al producto.

Este tipo de alianzas son mucho más que gestos diplomáticos. Son hojas de ruta. La colaboración del sector privado estadounidense –con la North American Olive Oil Association (NAOOA) como actor clave– se ha ido consolidando desde 2017, participando activamente en comités consultivos del COI, como el celebrado recientemente en Úbeda. La implicación técnica de esta asociación evidencia que el diálogo está más vivo que nunca, y que el futuro del aceite de oliva pasa, sí o sí, por una visión global.

Una oportunidad que no se puede desaprovechar

En definitiva, el paso dado en Nueva York es una señal clara de hacia dónde debe mirar el sector: más allá de Europa, más allá de la competencia puntual entre países productores. El verdadero reto –y la verdadera oportunidad– es construir una gobernanza internacional sólida que armonice estándares, eduque al consumidor y garantice que el aceite de oliva sea, en cualquier parte del mundo, sinónimo de calidad, salud y sostenibilidad.

Si el COI logra consolidar este camino junto a EE. UU., no solo ganará el sector. Ganará el consumidor global. Y, con él, el futuro del aceite de oliva.

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