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Carboliva, empresa andaluza con sede en Puente del Obispo (Jaén), ha desarrollado un sistema que transforma la biomasa del olivar en biochar o biocarbón, con un triple impacto positivo: fijación de carbono, generación de energía térmica limpia y revalorización de residuos agrícolas.
En el contexto del Día Mundial del Medio Ambiente, la compañía destaca el potencial ambiental de su tecnología, capaz de fijar hasta 500.000 toneladas métricas de CO₂ al año en los suelos agrícolas, al tiempo que compensa las emisiones equivalentes de 20 secaderos de orujo de aceituna.
Tecnología de pirólisis para una economía circular
La clave del proceso de Carboliva es un sistema de secado indirecto mediante horno pirolítico, en el que la biomasa se somete a altas temperaturas sin presencia de oxígeno. Este método produce biogás, utilizado como fuente energética, y biochar, que actúa como sumidero de carbono. A diferencia de otros sistemas, la única emisión resultante es vapor de agua, eliminando contaminantes y partículas.
Además, el sistema permite ofrecer energía térmica limpia a las extractoras de aceite, reduciendo significativamente las emisiones del proceso industrial oleícola y cerrando el ciclo de uso de la biomasa.
Biochar: carbono fijado y suelos regenerados
El biochar generado en el proceso conserva el carbono que la planta absorbió durante su ciclo vital, evitando su liberación a la atmósfera por descomposición o combustión. Al incorporarse al suelo, el biocarbón puede retener carbono durante miles de años, a la vez que mejora la fertilidad, la retención de agua y la estructura del suelo.
Mezclado con compost y aplicado nuevamente en el olivar, el biochar cierra el ciclo agroecológico, devolviendo la materia orgánica transformada al origen, y potenciando prácticas de agricultura regenerativa.
Impacto ambiental y modelo replicable
Con su tecnología, Carboliva presenta una solución escalable y replicable para avanzar en los objetivos de descarbonización del sector agrícola e industrial, especialmente en regiones con alta densidad olivarera. El modelo no sólo mitiga el cambio climático, sino que revaloriza un subproducto abundante como el orujillo seco y genera valor añadido para el territorio.