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Investigadoras del Área de Microbiología de la Universidad de Jaén (UJA), en colaboración con la Universidad de Cambridge, han identificado cepas bacterianas con potencial bioplaguicida frente a Xylella fastidiosa, uno de los patógenos vegetales más agresivos para el olivar mediterráneo.
Los hallazgos forman parte de los proyectos europeos Smart-Agri-Spore y Target-Xf, cuyo objetivo es desarrollar un bioplaguicida inteligente, libre de agentes químicos, que permita combatir esta enfermedad en condiciones de campo, alineándose con las exigencias del Pacto Verde Europeo.
Según explica Hikmate Abriouel, catedrática de Microbiología de la UJA, “Xylella fastidiosa sigue sin tratamiento eficaz. Nuestra investigación busca una solución biológica que sea efectiva, sostenible y compatible con la normativa medioambiental europea”.
Cinco cepas activas contra Xylella, aisladas en olivares andaluces
El equipo ha llevado a cabo un muestreo intensivo en fincas olivareras de Jaén y Málaga. De más de 400 especies microbianas analizadas, se han aislado cinco cepas de los géneros Bacillus y Peribacillus con actividad antimicrobiana contra Xylella fastidiosa. Estas cepas proceden de biomasa foliar y del suelo, y presentan alta resistencia a condiciones extremas típicas del entorno olivarero: sequía, radiación ultravioleta y elevadas temperaturas.
“Estas esporas no solo combaten a Xylella, sino que resisten entornos hostiles, lo que las convierte en candidatas óptimas para su formulación como bioplaguicida de campo”, afirma Julia Manetsberger, investigadora del grupo.
Impacto agroambiental y socioeconómico
La investigación, financiada por el programa Horizonte 2020 de la Unión Europea (acción Marie Skłodowska-Curie) y por fondos FEDER, pretende reducir el uso de fitosanitarios químicos y ofrecer alternativas basadas en soluciones biológicas. La ausencia de tratamientos eficaces genera ya graves pérdidas económicas para el sector agrario, especialmente en cultivos como el olivar o el almendro.
“Avanzar en este tipo de herramientas es esencial para garantizar la sostenibilidad del modelo agrícola y proteger los ecosistemas frente a amenazas fitopatológicas de alto impacto”, concluye Abriouel.