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La agricultura regenerativa ha pasado, en apenas una década, de ser una práctica emergente en los márgenes de la agroecología a convertirse en un término codiciado por el marketing corporativo. Pero esta popularización conlleva un riesgo creciente: su apropiación indebida y la consiguiente desnaturalización de sus principios. Frente a esta amenaza, un amplio grupo de entidades —entre ellas la Sociedad Española de Agricultura Ecológica y Agroecología (SEAE)— ha lanzado la campaña “Ni greenwashing ni venenos camuflados. Unidos por una agricultura regenerativa sin agrotóxicos”.
El término “regenerativa” se vacía de contenido
La agricultura regenerativa no es una etiqueta decorativa ni un simple gesto ambiental. Es un enfoque agrario con base científica, cuya finalidad es restaurar la fertilidad del suelo, proteger la biodiversidad, cerrar ciclos ecológicos y fortalecer las economías locales. Su crecimiento como paradigma alternativo a la agricultura industrial ha sido respaldado por organismos como el IPCC, que lo identifican como un modelo clave para enfrentar la crisis climática.
Sin embargo, su creciente notoriedad ha abierto la puerta al greenwashing, especialmente desde sectores empresariales y certificadoras privadas como AENOR, que han comenzado a emitir sellos de “agricultura regenerativa” que permiten el uso de agrotóxicos como herbicidas, pesticidas y fertilizantes de síntesis. Este uso es directamente contradictorio con los principios regenerativos.
Regenerar no es compatible con contaminar
Permitir agrotóxicos en un modelo regenerativo no solo es incoherente: es una amenaza técnica y ética. Múltiples investigaciones científicas, incluyendo las promovidas por el CREAF y el proyecto REGEN, demuestran que la salud del suelo y la resiliencia climática sólo pueden lograrse excluyendo el uso de sustancias químicas tóxicas y aplicando prácticas como:
Como recuerda la campaña, “no se puede regenerar un ecosistema aplicando veneno”. Cualquier certificación que valide este oxímoron incurre en fraude ambiental y social. Es greenwashing, y confunde al consumidor mientras debilita el esfuerzo honesto de los productores que sí están transformando el modelo agrario.
No es solo una cuestión de principios: es una cuestión de evidencia
Desde la agroecología hasta la ciencia aplicada, el consenso es claro: la agricultura regenerativa real es incompatible con los agrotóxicos. Así lo sostienen redes como la Red Ibérica de Agricultura Regenerativa, que ha dedicado años a definir con claridad las prácticas válidas, con manuales técnicos y protocolos de campo que excluyen rotundamente los insumos de síntesis.
Lo que está en juego no es solo la semántica. Es la credibilidad del modelo, la confianza de los consumidores y, sobre todo, la posibilidad de una transición justa y efectiva hacia sistemas alimentarios sostenibles.
Objetivos clave de la campaña
La campaña invita a entidades, medios y personas comprometidas con la soberanía alimentaria y la sostenibilidad real a: