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Cuando hablamos de Extremadura y su vínculo con el campo, hay un cultivo que aparece de forma natural en la conversación: la aceituna de mesa. Y no es para menos, porque somos la segunda mayor productora de España y las cooperativas agroalimentarias juegan aquí un papel protagonista. Pero a pesar de su importancia, este sector vive momentos de transformación y desafíos que nos obligan a repensar cómo queremos que sea su futuro.
Tengo la suerte de conocer muy de cerca este mundo y creo que el futuro de la aceituna de mesa pasa por la unidad, la innovación y la apuesta firme por la calidad. Todo lo demás, aranceles, consumo, precios o producción, gira en torno a esas tres claves.
Balance de campaña y situación actual
La última campaña nos ha dejado una mezcla de sensaciones y las previsiones para este año son optimistas. La meteorología ha jugado a favor en la floración y cuajado del olivo, y si el verano no nos castiga con olas de calor, podríamos estar ante una buena campaña. Pero el olivar, como bien sabemos, no es ajeno al cambio climático y esa incertidumbre nos acompaña cada año.
Detrás de estos vaivenes está la realidad de nuestras cooperativas, que representan el 40% de la producción de aceituna de mesa en Extremadura. Hablamos de más de 50 cooperativas, con más de 21.000 socios agricultores, que han sabido profesionalizarse y apostar por la transformación, la comercialización y, sobre todo, por mantener vivo un sector que genera empleo, cohesiona el medio rural y aporta valor a nuestra economía regional.
En concreto, las cooperativas que componen la Sectorial de Aceituna de Mesa de Cooperativas Agro-alimentarias Extremadura registraron un aumento muy relevante de la producción, concretamente del 158% con respecto a la campaña 2022/2023, en la que se alcanzaron las 32.647,9 toneladas superando las 12.671,4 toneladas de la campaña anterior. Este aumento de la producción se debió en gran medida a las bajas producciones de la anterior campaña, en la que se juntaron la conocida vecería del olivar, la sequía y las altas temperaturas. Este aumento, aunque no tan destacado, también se produjo en el cómputo global de toda la región, con 82.724,6 toneladas cosechadas, un 67% más respecto al año anterior.
En lo que a variedades de aceituna de mesa respecta, la manzanilla cacereña y la manzanilla carrasqueña, en la provincia de Cáceres y en la de Badajoz respectivamente, fueron las dos variedades que más aumentaron sus producciones. En concreto, la manzanilla cacereña aumentó su producción en casi un 250% con respecto a la campaña 2022/2023. Por su parte, la manzanilla carrasqueña incrementó su producción en un 118%, aunque esta cifra queda lejos de la media de producción de las últimas diez campañas de esta variedad.
Valor añadido y competencia internacional
No exagero si digo que las cooperativas de este sector están haciendo un trabajo ejemplar. Gracias a su esfuerzo, mucha de la aceituna que se produce en nuestra tierra se comercializa como producto final aquí, sin depender de terceros. Eso nos permite generar más valor añadido, diversificar el mercado y defender nuestra calidad frente a la competencia exterior.
Y es que el mundo no se para. Países como Egipto, Marruecos o Turquía están creciendo con fuerza en la exportación de aceituna de mesa. Tienen costes más bajos, acceso más sencillo a mano de obra y están invirtiendo en modernización. No es una amenaza, es una realidad. Por eso debemos redoblar nuestros esfuerzos. Y ahí es donde entra la innovación.
Innovación y mecanización
El olivar tradicional tiene un gran valor cultural, ambiental y económico, pero también unos costes de producción muy altos, sobre todo en la recolección manual. ¿Cómo competir entonces en un mercado global? La respuesta está en la mecanización, en la investigación de nuevas variedades y en el desarrollo de soluciones tecnológicas que permitan reducir costes sin renunciar a la calidad. Sé que esto no es viable para todas las explotaciones ni para todas las zonas, pero sí debe ser parte de nuestra estrategia. Especialmente en aquellas zonas donde se pueda adaptar el modelo y que nos permita mantener márgenes razonables para el agricultor.
Comercialización, consumo y apoyo institucional
Además, debemos cuidar el aspecto comercial. La caída del consumo interno es un dato que no podemos ignorar. En 2024, los hogares españoles compraron un 1,1% menos de aceitunas. El consumo per cápita cayó un 2,4%. No es un desplome, pero sí una tendencia que nos obliga a actuar. Promocionar el producto, destacar sus propiedades saludables, vincularlo a la dieta mediterránea y buscar nuevos formatos y presentaciones es clave para mantener e incluso recuperar consumidores.
En este punto, echo en falta un mayor apoyo institucional. La eliminación de los aranceles estadounidenses a la aceituna negra, que siguen vigentes desde 2018 pese a los fallos favorables de la OMC, sería un balón de oxígeno. Estados Unidos era un mercado esencial que hemos perdido en gran parte. Las pérdidas superan los 200 millones de euros, además de un daño reputacional y comercial difícil de cuantificar.
Hemos defendido nuestra aceituna con uñas y dientes y lo seguiremos haciendo, porque no solo se trata de comercio internacional, sino de dignidad para un sector que cumple con todas las exigencias de calidad, sostenibilidad y trazabilidad. Y que además ha apostado claramente por la intercooperación como vía para ganar competitividad. Proyectos conjuntos entre cooperativas de primer y segundo grado están demostrando que la unión hace la fuerza y esa fuerza es la que necesitamos para abordar los retos del presente y del futuro.
Tienen disponible el artículo de opinión para su lectura completa en el número 201 de Óleo.