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El aceite de oliva virgen extra 100% italiano no es un bien de consumo cualquiera. No puede ni debe ser tratado como un producto civil ordinario sometido a las lógicas destructivas de la gran distribución. Sin embargo, una vez más, el sistema promocional de las grandes cadenas de distribución, se ensaña contra uno de los símbolos más valiosos de la agroalimentación italiana.
Esta semana, UNAPROL – el Consorcio Olivícola Italiano que representa a más de 100.000 olivicultores – ha denunciado un nuevo caso de “dumping promocional” que afecta directamente al sector. El aceite virgen extra, garantizado como 100% italiano, ha aparecido en el lineal a un precio inferior a los 6 €/litro, cuando el precio mínimo al por mayor ronda los 9,50 €/kg, según datos de la Cámara de Comercio de Bari (17 de junio de 2025).
La alarma no es trivial ni aislada, se trata de una práctica recurrente, nociva y estructuralmente desestabilizadora. No estamos simplemente ante una estrategia comercial agresiva. Estamos frente a un ataque directo a la sostenibilidad del sistema olivícola nacional.
“El aceite EVO italiano se está utilizando como señuelo promocional, lo que distorsiona la percepción del mercado y mina las expectativas de los productores”, señala con dureza David Granieri, presidente de UNAPROL.
¿Qué está en juego?
Ofrecer aceite de oliva virgen extra 100% italiano a precios irrisorios no solo es económicamente insostenible: es éticamente inadmisible. En un contexto marcado por el aumento de costes, la escasez de producción derivada de fenómenos climáticos extremos y una elevada inestabilidad del mercado global, estos descuentos representan una bomba de tiempo para la reputación del Made in Italy.
Peor aún, envían al consumidor un mensaje profundamente equivocado. Se normaliza la idea de que un producto de alta calidad, con denominación de origen, tradición y trazabilidad garantizada, puede tener el mismo precio que un aceite genérico de importación, producido sin los mismos estándares ni controles.
Un daño que trasciende al sector
Las señales de alerta no vienen solo de las cifras. Según UNAPROL, las asociaciones locales y los productores están reportando un creciente desánimo. Se sienten impotentes ante una dinámica que no premia la calidad ni la trazabilidad, sino el volumen, la opacidad y la presión comercial.
La cuestión excede la lógica del negocio. Toca directamente la dignidad del trabajo agrícola, el valor de las denominaciones de origen, el esfuerzo colectivo por liberar al EVO italiano de la banalización del mercado.
“El aceite de oliva virgen extra italiano no puede seguir siendo utilizado como palanca de volumen. Es un patrimonio cultural, económico y social que debe ser protegido”, subraya Granieri.
Camino a seguir: transparencia y responsabilidad compartida
La defensa del sector olivícola pasa necesariamente por la transparencia en la cadena de valor, el respeto al precio justo y una acción coordinada entre productores, distribuidores y autoridades públicas. No se trata de limitar la competencia, sino de redefinir las reglas del juego para impedir que unos pocos actores distorsionen un ecosistema que involucra a decenas de miles de familias.
UNAPROL ya ha anunciado que llevará el caso a la mesa ministerial del olivar convocada para el 26 de junio. Será la ocasión para exigir compromisos concretos, desde el control de prácticas promocionales desleales hasta una mayor regulación sobre la trazabilidad del origen italiano en góndola.
Proteger el valor, no solo el volumen
El sector olivícola italiano no necesita favores, necesita reglas claras, precios justos y consumidores bien informados. Porque cada vez que se trivializa el precio del aceite virgen extra italiano, se devalúa también el saber hacer de nuestros agricultores, la biodiversidad de nuestros territorios y el prestigio internacional del Made in Italy.