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Un estudio prospectivo de gran escala, publicado en The American Journal of Clinical Nutrition, ofrece nueva evidencia científica sobre el papel del aceite de oliva en la prevención del aumento de peso. El análisis, liderado por investigadores de Harvard y otras instituciones, observó a más de 121.000 adultos estadounidenses durante un seguimiento de hasta 24 años.
Los datos revelan que cada media cucharada adicional diaria de aceite de oliva se asoció con una menor ganancia de peso (0,09 kg menos) en comparación con otras fuentes de grasa como mantequilla, margarina o aceites vegetales refinados.
Por qué el aceite de oliva promueve un peso saludable
A diferencia de otras grasas, el aceite de oliva es rico en ácido oleico, una grasa monoinsaturada que mejora la sensibilidad a la insulina, la saciedad y la oxidación lipídica. También contiene antioxidantes y polifenoles con efectos antiinflamatorios, todos factores metabólicos clave para la regulación del peso corporal.
Este efecto se observó incluso en personas con patrones dietéticos no mediterráneos, lo que sugiere que los beneficios del aceite de oliva trascienden el contexto cultural o geográfico.
Sustituir grasas menos saludables por aceite de oliva: impacto comprobado
Los análisis de sustitución realizados en el estudio demostraron que reemplazar grasas como la mantequilla o la margarina por aceite de oliva se traduce sistemáticamente en menor aumento de peso, sin necesidad de restringir calorías.
Este hallazgo se alinea con los resultados del ensayo clínico PREDIMED, que también observó una estabilidad ponderal en dietas ricas en aceite de oliva virgen extra, incluso en ausencia de restricciones energéticas.
Ventajas estructurales frente a otras grasas: contenido de grasas trans
Otra ventaja destacada del aceite de oliva, especialmente del virgen extra (AOVE), es su mínimo contenido en grasas trans. Mientras que los aceites vegetales refinados como el de maíz o soja pueden contener hasta siete veces más grasas trans que el aceite de oliva refinado, el AOVE prácticamente no las contiene.
Este aspecto cobra relevancia ante la permisividad del etiquetado en EE. UU., que autoriza declarar como “0 gramos” aquellas porciones con menos de 0,5 g de grasas trans, lo que puede generar una percepción engañosa en el consumidor.
Estudios previos ya han vinculado el consumo de grasas trans no solo con enfermedades cardiovasculares, sino también con acumulación de grasa abdominal y mayor aumento de peso, aún con ingestas calóricas similares.
Implicaciones para políticas públicas y recomendaciones clínicas
Los autores del estudio subrayan que la calidad lipídica debe ser un criterio central en las guías dietéticas, más allá del conteo de calorías. Promover el uso de aceite de oliva en lugar de otras grasas representa una estrategia simple, asequible y efectiva para la prevención del sobrepeso y la obesidad.
“Cambiar mantequilla por aceite de oliva es una modificación pequeña, pero con impacto clínico relevante”, concluyen los autores.