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En un mundo cada vez más globalizado, el consumo de alimentos de proximidad se enfrenta a una paradoja: pese a ser más sostenibles y apoyar la economía local, su precio suele ser superior al de los productos importados. La revista Consumer ha analizado las razones económicas, logísticas y de mercado que explican esta diferencia.
Factores que encarecen los alimentos de proximidad
Según explica Felipe José Calahorra, profesor de Economía Agraria y Gestión de Empresas Alimentarias en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), uno de los principales factores es la escala de producción. "Los productores locales operan generalmente a pequeña escala, por lo que los costes fijos se reparten entre menos unidades, encareciendo el producto final", detalla Calahorra.
Además, inciden otros elementos como el coste de la mano de obra, que en los países desarrollados es más elevado debido al cumplimiento de normativas laborales más estrictas, y las regulaciones ambientales, que limitan el uso de ciertos fertilizantes y pesticidas para proteger el medio ambiente y la salud pública. Estas regulaciones, si bien positivas, reducen los rendimientos y aumentan los costes de producción.
El entorno global tampoco juega a favor de los alimentos de cercanía. Como señala Calahorra, muchos productos importados provienen de países donde los estándares laborales y ambientales son menos exigentes, lo que reduce sus costes de producción. A ello se suman las subvenciones a la exportación y los aranceles que afectan al precio final.
La falta de certificación: un problema de identidad
A diferencia de los alimentos ecológicos, los productos de proximidad carecen de una certificación legal específica que los acredite. Esta falta de estandarización genera confusión entre los consumidores y dificulta su identificación.
Actualmente, iniciativas como la desarrollada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, junto al Ministerio de Consumo, establecen criterios como que la producción no supere los 100 kilómetros de distancia hasta el punto de venta, limitando el número de intermediarios. Sin embargo, el mercado aún no cuenta con un sello único de "producto de cercanía", lo que limita su competitividad y reconocimiento.
Calahorra resalta que para competir en este contexto, los productores locales deben apostar por la diferenciación en calidad y dirigir sus esfuerzos a nichos de mercado dispuestos a valorar y pagar un precio justo por estos productos.
Sostenibilidad y soberanía alimentaria: las fortalezas de lo local
Más allá del precio, el consumo de alimentos locales ofrece ventajas sociales, económicas y ambientales. José Manuel Benítez, responsable del Área de Agricultura Ecológica de COAG, destaca que comprar productos de cercanía contribuye a mantener la vida rural, garantiza la soberanía alimentaria y fortalece el tejido socioeconómico local.
"Si dependemos de terceros países, una crisis podría derivar en un grave desabastecimiento de alimentos", advierte Benítez. Además, recalca que consumir local ofrece garantías adicionales de calidad y cercanía con el productor, facilitando la trazabilidad y el reclamo en caso necesario.
Benítez hace también un llamamiento a revalorizar la profesión agrícola: "Los agricultores no solo producen mercancías, producen alimentos de calidad para alimentar a la sociedad".